31/5/15

Agradecimientos

Este ha sido un viaje narrado por todas, desde Nueva York hasta San Francisco. La narración sobre la estancia en Nueva York es real; pues una de nosotras sí que hemos podido disfrutar de la ciudad, del mismo modo que en San Francisco, otra de nosotras tuvo la suerte de haber viajado. El trayecto desde allí hasta San Francisco, es ficticio; pero tanto las fotografías como los lugares recorridos son reales.

La verdad es que ha sido un trabajo muy intenso y costoso de organizar puesto que se han "visitado" muchos lugares que nos han parecido muy interesantes y divertidos.

Esperamos que os haya gustado nuestro viaje; y sobre todo, nuestro blog, puesto que lo hemos hecho con todo nuestro cariño para todos/as vosotros/as.
Un saludo.


Sophie Tarayeff
Ana Gasent
Eliane Ventuzelo
Ana Docavo
Mónica Morell

Día 10 (parte II). Seguimos en el aeropuerto de San Francisco

Ya habiendo desayunado, nos fuimos a dar vueltas por el aeropuerto.
A mi no me sentó demasiado bien el desayuno... Quizás sería el cansancio acumulado y el pequeño malestar que tenía desde la madrugada, que me hizo tener un poco de ardor.

A los pocos minutos se me pasó, gracias a unas pastillas que tenía mi madre en su bolso.
Cuando salimos a la parte de fuera del aeropuerto, vimos a lo lejos a una pareja que se despedía desconsoladamente; y es que, por lo visto, el chico era de Francia  y había ido a visitar a su novia que estaba de Erasmus en San Francisco.


Ya quedaban 20 minutos para despegar, así que fuimos apurando un poco el tiempo de embarque y rápidamente fuimos haciendo cola para entrar ya en el avión.
Los controles de seguridad eran máximos y muy minuciosos, pues parecía ser que unos días atrás habían incautado droga a unos extranjeros y las fuerzas de seguridad eran bastante estrictas, por lo que los controles se hacían muy largos.
La pasarela que une la salida del aeropuerto hacia el avión que se toma, se me hacía interminable... Por un momento se me pasó por la cabeza una locura: volverme atrás sin decirles nada a mis padres y quedarme allí para siempre. Pero no. La bronca que tendría cuando me detuvieran para no seguir mi camino hacia atrás, iba a ser bonita...

Ya está. Ya no había marcha atrás. Pisamos la entrada del avión, y ya nos cruzamos con la azafata que indica tu asiento asignado. Era irremediable.
Había mucha gente ya sentada en sus asientos, y pude ver al final del avión a una madre con su hijo al lado, de unos 8 años, dándole una revista que había en el asiento de los pasajeros de delante.

Menudo viaje de vuelta me iba a esperar...


Mónica Morell.

30/5/15

Día 10 (parte I). Ya en el aeropuerto, preparados para nuestro trayecto de vuelta...

Ya llegó el momento... Ese en el que tiemblas por dentro con la melancolía de dejar en el recuerdo los días que has disfrutado en un país diferente al tuyo, en el que has visitado tantas y tantas cosas y has conocido otra cultura y costumbres diferentes a las tuyas...




En parte, nos alivia saber que el estrés de las grandes ciudades visitadas lo dejamos atrás, pero que la melancolía que nos empieza a recorrer por nuestros cuerpos la cambiaríamos por la sensación de nervios que tuvimos al inicio del viaje.

Ya estábamos ahí, en el Aeropuerto Internacional de San Francisco; bien cansados y cargados varias maletas de "tonelaje" diferenciado. Obviamente, la mía es la que más. Ya he tenido una pequeña discusión con mis padres a la hora de hacer el equipaje porque no me cerraba la maleta. Y es que, quise traerme tantas cosas de cada sitio visitado, que no podía prescindir de nada.

Eran las 11 de la mañana, y hasta dentro de 1h. no salía nuestro vuelo de vuelta, así que hicimos todo el papeleo y llevamos ya todas las maletas al mostrador.
Mientras tanto, hicimos tiempo viendo tiendas de souvenirs (y no, no me dejaron comprar nada más; ni siquiera con la excusa de "¡pero un recuerdo al menos!").
Más tarde, fuimos a una cafetería puesto que hacía ya 4 horas que habíamos desayunado en el hotel (exactamente, a las 6:50h.) y teníamos un poco de hambre.

Mi padre se tomó unas tostadas con mantequilla y un café solo, mi madre quiso copiarle y yo, indecisa, decidí finalmente tomar un batido de chocolate con un croissant...


Mónica Morell.

Día 9. Último día en San Francisco


Nos levantamos a las 8 de la mañana para ir a desayunar a un lugar muy americano. Para ello, nos fuimos a un restaurante cercano al hotel denominado Mel’s drive-in. Este restaurante nos llamó mucho la atención porque en él había muchos cuadros con imágenes antiguas y los camareros vestían igual que en los 80. Finalmente, después de admirar dicho lugar tan bello y tan americano, decidimos sentarnos a pedir nuestro desayuno. Cuando nos sentamos en la mesa, la camarera vino directamente a servirnos un café. Esto nos llamó muchísimo la atención ya que en España no se hace y, si no lo pides no te lo traen. Tras tomarnos el café, decidimos mirar el menú para ver qué era lo que más nos apetecía. Finalmente, nos decantamos los tres por lo mismo y, pedimos dos huevos con bacon y zumo para acompañar. Como ya nos habíamos acostumbrado a los desayunos americanos, nos quedamos con hambre y, para rematar el desayuno, nos pedimos varias tortitas con mermelada para compartir.




Cuando terminamos de desayunar, fuimos caminando hacia el puerto. Tardamos aproximadamente 20 minutos en llegar a dicho lugar, pero nos encantó el paseo, puesto que dicha ciudad era preciosa. Una vez allí, entramos en el Maritime National Historical Park y la entrada nos costó alrededor de  12$ por persona, por lo que nos gastamos entre los tres alrededor de 36$. Dentro ya de parque, pudimos ver muchos barcos con una nota histórica en cada uno. Algunos de aquellas notas, fueron puestas durante las guerras. Este hecho nos pareció muy importante y llamativo, ya que con dichas notas nos pudimos informar sobre aquellas guerras y, sobretodo, sobre lo que pasó en estas.

Una vez terminados de ver todos los barcos, salimos del parque y nos fuimos  a ver el Aquarium de San Francisco. No tardamos mucho en llegar, alrededor de 5 minutos andando. Finalmente, cuando entramos, nos quedamos anonadadas porque el acuario era enorme e impresionante. Lo primero que hicimos al entrar fue ir al apartado de los peces. En este, nos quedamos fascinados puesto que encontramos muchísimos peces de diferentes tamaños y colores. Allí, yo, por mi parte, que siempre he admirado el mar por su belleza y por lo que hay dentro de él me quedé embobada alrededor de 15 minutos, hasta que mi madre, finalmente, me dijo que teníamos que ver muchos más peces y animales marinos.

Cuando terminamos de ver los peces, nos fuimos a ver a los pingüinos y, después de esto a los osos polares. La verdad, es que los pingüinos me parecieron muy graciosos puesto que andaban de una forma muy peculiar y, con los osos polares, sinceramente, me quedé sin palabras ya que en España, aunque había ido a muchos acuarios, nunca había visto a este tipo de osos y, la verdad es que me impresionó porque eran preciosos. Una vez terminamos de ver los osos polares, nos fuimos directamente a ver el apartado de los tiburones. La verdad es que nos impactó muchísimo ya que vimos especies de todo tipo que convivían entre sí sin peleas, ni nada por el estilo.
Finalmente, decidimos que ya era hora salir del Aquarium puesto que ya teníamos un poco de hambre y, así lo hicimos.  Para comer, nos decantamos por un restaurante que sirviera marisco fresco y, qué mejor lugar que en el puerto para comer marisco.  El restaurante que escogimos era sinceramente espectacular. En él, había un acuario enorme en el que se encontrabas los bogavantes vivos para cocinarlos en el momento y, servían un vino blanco afrutado impresionante. Finalmente, con la tontería de los bogavantes, nos pedimos como plato principal un arroz con bogavantes, los cuales elegimos nosotros mismos y, de entrante unos mejillones y un poco de sepia.
¡La verdad, es que todo estaba buenísimo y las vistas del puerto eran preciosas!






Cuando terminamos de comer y tras el café, decidimos irnos a pasear por la cuidad para conocer un poco más sobre dicho lugar, ya que era nuestro último día antes de volver a España. Durante el paseo, nos quedamos sinceramente impresionados por los edificios que íbamos viendo, puesto que eran muy altos y se notaba que estaban muy bien construidos, además de parecer muy modernos.  Finalmente, tras el paseo llegamos a Union Square y aprovechamos para hacer un poco de shopping en tiendas que no hay en España como por ejemplo, la tienda Forever 21. En ellas, y en esta sobre todo, compramos muchísima ropa y accesorios que no encontraríamos en España.




Estas compras, nos dieron un poco de hambre y, finalmente decidimos irnos a cenar. Esta vez, como era nuestra última noche en los Estados Unidos de América, decidimos irnos a un sitio elegante a cenar. El restaurante al que fuimos, estaba dentro del Hotel Mariott y se llamaba The View porque se encontraba arriba de todo del hotel y tenía una vista espectacular de todo San Francisco. En este, nos quedamos impresionados por los platos, tan apetitosos, que había. Finalmente, los tres, nos decantamos por tres solomillos de carne y, para acompañar, escogimos una ensalada de pollo, tomates cherry, vinagre balsámico y nueces. La verdad es que la cena estuvo espectacular y la atención fue totalmente individualizada. Tuvimos a un camarero para nosotros durante toda la cena. Como al día siguiente nos esperaba un día duro, entre las maletas, el aeropuerto y el avión, tras el postre, cogimos un taxi que nos llevaría al hotel. En él pudimos descansar lo suficiente para tener las pilas totalmente recargadas.





 

Ana Gasent.






Día 8. Nuestro segundo día en San Francisco


Nos despertamos a las 8 de la mañana, ¡muy ansiosos por ir a ver Alcatraz! La famosa cárcel donde los bandidos más peligrosos de América estuvieron. Por eso, esa cárcel está en medio del mar, para que los bandidos no puedan escapar. Es tan famosa, que hemos comprado los tickets un mes antes por internet y poder ir verla. Primero, fuimos a desayunar algo en un Starbucks al lado de nuestro hotel, así, no perdíamos mucho tiempo; pues el barco que nos lleva a Alcatraz salía a las 9h. Aprovechamos para ir hasta el puerto con el famoso Cable Car, el transporte público más antiguo de la cuidad. Lo cogimos desde Union Square hasta Fisherman’s Wharf. Lo más impresionante fue, que mientras nos llevaba al puerto, teníamos una vista increíble de Alcatraz.


De Fisherman’s Wharf teníamos que caminar un rato para llegar al puerto desde donde salía el barco turístico hacia Alcatraz. Antes de llegar a la cárcel, pasamos por debajo de puente Golden Gate. Fue muy impresionante porque estaba completamente nublado y casi no se veía. Llegamos a Alcatraz sobre las 10h. Un guía nos esperaba allí para seguir al grupo y contarnos todo lo que había pasado en la cárcel. Era súper emocionante estar ahí, viendo cómo vivían, cómo pasaban sus días y conocer sus hábitos. Nos contaron que, ¡algunos de los prisioneros intentaron escaparse nadando! Cosa imposible, porque el agua es muy fría y, con las olas y las rocas que hay, no pudieron sobrevivir y nunca más los encontraron. Además, ¡la vista sobre la cuidad de San Francisco es muy increíble!


Después, volvimos a tierra y cogimos un autobús para ir ver Coit Tower, que está un poco más lejos del puerto. El autobús nos dejó cerca de un parque y pudimos descansar un rato ahí mientras veíamos a grupos haciendo Yoga o personas haciendo deporte. Para llegar a Coit Tower, tuvimos que caminar casi 45 minutos, todo cuesta arriba... Aprovechamos que teníamos una vista increíble sobre el puente Golden Gate totalmente nublado. Después de un buen rato, decidimos bajar por un paseo con escaleras de madera y con mucha vegetación alrededor. Era súper bonito, pero con el calor y la humedad, ¡casi no podíamos respirar!

Decidimos coger otro autobús para llegar al hotel porque nuestros pies empezaban a fallarnos del dolor y así, aprovechar que y tener más tiempo para prepararnos antes de ir cenar.




Llegamos al hotel sobre las 6h. Nos duchamos y nos arreglamos antes de ir visitar el barrio chino. A las 7h, decidimos salir del hotel e ir caminando hasta el barrio chino, que estaba cerca de nuestro hotel. Era como en Nueva York, que cuando llegas al barrio, tiene una puerta grande que define la entrada al barrio. Paseamos casi 2 horas por el barrio, entrando en las tiendas enormes donde se podía encontrar todo lo que quisieras, ¡a precios baratísimos! Luego encontramos un restaurante, el Dragon Well, que es conocido por ir algunos famosos allí a comer. Encomendamos varios platos para poder compartir y todo estaba tremendamente bueno.



Mónica Morell.

Día 7 (parte II). Nuestro primer día en San Francisco

Llegamos a San Francisco y directamente buscamos nuestro hotel, el cual está lado del barrio chino. El hotel se llama Hotel Asturia. Como estábamos alojados en el barrio chino, el recepcionista era de esa nacionalidad y por esta razón, nos costó un poco entenderlo. Aunque nuestro hotel era muy sencillo y barato, cuando llegamos a la habitación, la encontramos muy limpia.

Teníamos mucha hambre después del largo viaje, por lo que rápidamente nos fuimos a comer algo a un bar cerca del hotel. Pedimos todos una hamburguesa enorme, aunque mi madre fue incapaz de acabársela.
Luego, anduvimos a pie hasta Lombard Street, que es una calle muy pronunciada, llena flores muy coloridas. Cuando llegamos a la parte alta de la calle fuimos bajándola mientras contemplábamos las impresionantes vistas sobre la ciudad con el mar a lo lejos en segundo plano. Así que, sacamos algunas fotos para tenerlas de recuerdo y más tarde, bajamos hasta el final de la calle.



Más tarde, caminamos 30 minutos hasta llegar al puerto para alquilar unas bicicletas. Queríamos atravesar el puente del Golden Bridge. Así que pedaleamos desde el puerto con las bicicletas durante 20 minutos hasta que llegamos al inicio del puente. Una vez allí, sacamos varias fotos de este, unas con vistas del propio y otras junto con la ciudad de San Francisco.
Después de realizar las fotos decidimos atravesarlo. La travesía era bastante dura, ya que se tardaba aproximadamente 30 minutos en cruzarlo con la bicicleta, además de tener que saltar a toda la gente que allí se encontraba, tanto a pie, como en bici.



Una vez cruzamos al otro lado del puente, pudimos divisar justo en frente, la ciudad de San Francisco. Las vistas eran tan bonitas que decidimos sacar fotos a todo lo que pudimos mientras disfrutábamos del hermoso paisaje. No solo se veía San Francisco, sino que también se podía admirar Alcatraz. El calor no nos acompañaba en ese momento, pero habíamos hecho tanto esfuerzo, que para calmar nuestra sed y llenar nuestro estómago, que mis padres y yo nos compramos un riquísimo helado. Era maravilloso ver esta ciudad mientras disfrutábamos de la dulzura de este tentempié.



Una vez nos terminamos el helado, decidimos volver a San Francisco, pero esta vez cruzando por el otro lado del puente, donde se veían unas vistas muy diferentes en comparación con la ida. Parecía que estuviéramos en otro lugar totalmente distinto, con mucha naturaleza y las vistas al mar. Nos quedamos bastante asombrados los tres.

Después de apreciar aquellas vistas volvimos otra vez al puerto para poder dejar allí las bicis y así pasar a nuestro siguiente destino, el jardín botánico de San Francisco. El único problema era que se encontraba bastante lejos y tuvimos que andar 1 hora aproximadamente para poder llegar. De todas formas, valió mucho la pena, el jardín estaba genial, lleno de muchas variedades de flores y de árboles. ¿Cómo podía haber tanta naturaleza en una ciudad con 800.000 habitantes?

Ya que habíamos andando tanto, decidimos aprovechar nuestras fuerzas para poder visitar, aunque cansados, el Japanese Garden. La naturaleza de este jardín parecía totalmente pertenecer a la cultura oriental. Allí pudimos apreciar el silencio, la limpieza del aire y del lugar, pero sobre todo, pudimos probar un té japonés muy bueno mientras admirábamos aquel paisaje tan distinto. 



Después de media hora de descanso y relax, decidimos regresar al hotel cruzando el centro de la ciudad en autobús, porque ya estábamos demasiado cansados como  para caminar...



Por fin bajamos del autobús y llegamos al hotel con muchas ganas de ducharnos y de cambiarnos de ropa. El agua caliente siempre quita todos los males.
Salimos del hotel un poco más arreglados y descansados para ir a cenar a un restaurante que mi padre encontró en la guía turística. Este se llamaba The Bimini Twist. Allí pudimos cenar comida americana con bastantes especialidades de pescado. Fue una buena experiencia y a nuestro estómago le sentó fenomenal después de tanto ejercicio.  
En cuanto acabamos de cenar, decidimos volvernos al hotel porque nuestro cansancio no nos permitía más esfuerzos. Una vez allí, pudimos revisar todas las fotos que habíamos hecho durante el día, y cuando nuestros ojos no aguantaban más, decidimos ir a dormir para así aprovechar nuestro próximo día de aventuras.



 Ana Docavo.