Llegamos a San Francisco y
directamente buscamos nuestro hotel, el cual está lado del barrio chino. El
hotel se llama
Hotel Asturia. Como estábamos
alojados en el barrio chino, el recepcionista era de esa nacionalidad y por esta
razón, nos costó un poco entenderlo. Aunque
nuestro hotel era muy sencillo y barato, cuando llegamos a la
habitación, la encontramos muy limpia.
Teníamos mucha hambre después
del largo viaje, por lo que rápidamente nos fuimos a comer algo a un bar cerca
del hotel. Pedimos todos una hamburguesa enorme, aunque mi madre fue incapaz de acabársela.
Luego, anduvimos a pie hasta Lombard Street, que es una calle muy
pronunciada, llena flores muy coloridas. Cuando llegamos a la parte alta de la
calle fuimos bajándola mientras contemplábamos las impresionantes vistas sobre
la ciudad con el mar a lo lejos en segundo plano. Así que, sacamos algunas
fotos para tenerlas de recuerdo y más tarde, bajamos hasta el final de la calle.
Más tarde, caminamos 30 minutos
hasta llegar al puerto para alquilar unas bicicletas. Queríamos atravesar el
puente del Golden Bridge. Así que
pedaleamos desde el puerto con las bicicletas durante 20 minutos hasta que
llegamos al inicio del puente. Una vez allí, sacamos varias fotos de este, unas con vistas del
propio y otras junto con la ciudad de San Francisco.
Después de realizar las fotos decidimos
atravesarlo. La travesía era bastante dura, ya que se tardaba aproximadamente
30 minutos en cruzarlo con la bicicleta, además de tener que saltar a toda la
gente que allí se encontraba, tanto a pie, como en bici.
Una vez
cruzamos al otro lado del puente, pudimos divisar justo en frente, la ciudad de
San Francisco. Las vistas eran tan bonitas que decidimos sacar fotos a todo lo
que pudimos mientras disfrutábamos del hermoso paisaje. No solo se veía San
Francisco, sino que también se podía admirar Alcatraz. El calor no nos acompañaba en ese
momento, pero habíamos hecho tanto esfuerzo, que para calmar nuestra sed y
llenar nuestro estómago, que mis padres y yo nos compramos un riquísimo helado. Era
maravilloso ver esta ciudad mientras disfrutábamos de la dulzura de este tentempié.
Una vez
nos terminamos el helado, decidimos volver a San Francisco, pero esta vez
cruzando por el otro lado del puente, donde se veían unas vistas muy diferentes
en comparación con la ida. Parecía que estuviéramos en otro lugar totalmente
distinto, con mucha naturaleza y las vistas al mar. Nos quedamos bastante
asombrados los tres.
Después
de apreciar aquellas vistas volvimos otra vez al puerto para poder dejar allí
las bicis y así pasar a nuestro siguiente destino, el jardín botánico de San
Francisco. El único problema era que se encontraba bastante lejos y tuvimos que
andar 1 hora aproximadamente para poder llegar. De todas formas, valió mucho la
pena, el jardín estaba genial, lleno de muchas variedades de flores y de árboles.
¿Cómo podía haber tanta naturaleza en una ciudad con 800.000 habitantes?
Ya que habíamos andando tanto, decidimos aprovechar
nuestras fuerzas para poder visitar, aunque cansados, el
Japanese Garden. La
naturaleza de este jardín parecía totalmente pertenecer a la cultura oriental.
Allí pudimos apreciar el silencio, la limpieza del aire y del lugar, pero sobre todo, pudimos probar un té japonés muy bueno mientras admirábamos aquel paisaje tan
distinto.
Después de media hora de descanso y relax, decidimos regresar al hotel cruzando
el centro de la ciudad en autobús, porque ya estábamos demasiado cansados como para caminar...
Por fin bajamos del autobús y llegamos al hotel con muchas ganas de ducharnos
y de cambiarnos de ropa. El agua caliente siempre quita todos los males.
Salimos del hotel un poco más arreglados y descansados para ir a cenar
a un restaurante que mi padre encontró en la guía turística. Este se llamaba
The Bimini Twist. Allí pudimos cenar comida americana con bastantes
especialidades de pescado. Fue una buena experiencia y a nuestro estómago le
sentó fenomenal después de tanto ejercicio.
En cuanto acabamos de cenar, decidimos volvernos al hotel porque
nuestro cansancio no nos permitía más esfuerzos. Una vez allí, pudimos revisar todas las fotos que habíamos
hecho durante el día, y cuando nuestros ojos no aguantaban más, decidimos ir a dormir
para así aprovechar nuestro próximo día de aventuras.
Ana Docavo.