Nos levantamos a las 8 de la mañana para ir a desayunar a un lugar muy
americano. Para ello, nos fuimos a un restaurante cercano al hotel denominado Mel’s drive-in. Este restaurante nos
llamó mucho la atención porque en él había muchos cuadros con imágenes antiguas
y los camareros vestían igual que en los 80. Finalmente, después de admirar
dicho lugar tan bello y tan americano, decidimos sentarnos a pedir nuestro
desayuno. Cuando nos sentamos en la mesa, la camarera vino directamente a
servirnos un café. Esto nos llamó muchísimo la atención ya que en España no se
hace y, si no lo pides no te lo traen. Tras tomarnos el café, decidimos mirar
el menú para ver qué era lo que más nos apetecía. Finalmente, nos decantamos
los tres por lo mismo y, pedimos dos huevos con bacon y zumo para acompañar. Como ya nos habíamos acostumbrado a
los desayunos americanos, nos quedamos con hambre y, para rematar el desayuno,
nos pedimos varias tortitas con mermelada para compartir.
Cuando terminamos de desayunar, fuimos caminando hacia el puerto.
Tardamos aproximadamente 20 minutos en llegar a dicho lugar, pero nos encantó
el paseo, puesto que dicha ciudad era preciosa. Una vez allí, entramos en el Maritime National Historical Park y la
entrada nos costó alrededor de 12$ por
persona, por lo que nos gastamos entre los tres alrededor de 36$. Dentro ya de
parque, pudimos ver muchos barcos con una nota histórica en cada uno. Algunos
de aquellas notas, fueron puestas durante las guerras. Este hecho nos pareció
muy importante y llamativo, ya que con dichas notas nos pudimos informar sobre
aquellas guerras y, sobretodo, sobre lo que pasó en estas.
Una vez terminados de ver todos los barcos, salimos del parque y nos
fuimos a ver el Aquarium de San Francisco. No tardamos mucho en llegar, alrededor de
5 minutos andando. Finalmente, cuando entramos, nos quedamos anonadadas porque
el acuario era enorme e impresionante. Lo primero que hicimos al entrar fue ir
al apartado de los peces. En este, nos quedamos fascinados puesto que encontramos
muchísimos peces de diferentes tamaños y colores. Allí, yo, por mi parte, que
siempre he admirado el mar por su belleza y por lo que hay dentro de él me
quedé embobada alrededor de 15 minutos, hasta que mi madre, finalmente, me dijo
que teníamos que ver muchos más peces y animales marinos.
Cuando terminamos de ver los peces, nos fuimos a ver a los pingüinos y, después de esto a los osos polares. La verdad, es que los pingüinos me parecieron muy graciosos puesto que andaban de una forma muy peculiar y, con los osos polares, sinceramente, me quedé sin palabras ya que en España, aunque había ido a muchos acuarios, nunca había visto a este tipo de osos y, la verdad es que me impresionó porque eran preciosos. Una vez terminamos de ver los osos polares, nos fuimos directamente a ver el apartado de los tiburones. La verdad es que nos impactó muchísimo ya que vimos especies de todo tipo que convivían entre sí sin peleas, ni nada por el estilo.
Finalmente, decidimos que ya era hora salir del Aquarium puesto que ya
teníamos un poco de hambre y, así lo hicimos. Para comer, nos decantamos por un restaurante
que sirviera marisco fresco y, qué mejor lugar que en el puerto para comer
marisco. El restaurante que escogimos
era sinceramente espectacular. En él, había un acuario enorme en el que se
encontrabas los bogavantes vivos para cocinarlos en el momento y, servían un
vino blanco afrutado impresionante. Finalmente, con la tontería de los
bogavantes, nos pedimos como plato principal un arroz con bogavantes, los
cuales elegimos nosotros mismos y, de entrante unos mejillones y un poco de sepia.
¡La verdad, es que todo estaba buenísimo y las vistas del puerto eran preciosas!
¡La verdad, es que todo estaba buenísimo y las vistas del puerto eran preciosas!
Cuando terminamos de comer y
tras el café, decidimos irnos a pasear por la cuidad para conocer un poco más
sobre dicho lugar, ya que era nuestro último día antes de volver a España. Durante
el paseo, nos quedamos sinceramente impresionados por los edificios que íbamos
viendo, puesto que eran muy altos y se notaba que estaban muy bien construidos,
además de parecer muy modernos. Finalmente, tras el paseo llegamos a Union Square y aprovechamos para hacer
un poco de shopping en tiendas que no
hay en España como por ejemplo, la tienda Forever
21. En ellas, y en esta sobre todo, compramos muchísima ropa y accesorios
que no encontraríamos en España.
Estas compras, nos dieron un poco de hambre y, finalmente decidimos irnos a cenar. Esta vez, como era nuestra última noche en los Estados Unidos de América, decidimos irnos a un sitio elegante a cenar. El restaurante al que fuimos, estaba dentro del Hotel Mariott y se llamaba The View porque se encontraba arriba de todo del hotel y tenía una vista espectacular de todo San Francisco. En este, nos quedamos impresionados por los platos, tan apetitosos, que había. Finalmente, los tres, nos decantamos por tres solomillos de carne y, para acompañar, escogimos una ensalada de pollo, tomates cherry, vinagre balsámico y nueces. La verdad es que la cena estuvo espectacular y la atención fue totalmente individualizada. Tuvimos a un camarero para nosotros durante toda la cena. Como al día siguiente nos esperaba un día duro, entre las maletas, el aeropuerto y el avión, tras el postre, cogimos un taxi que nos llevaría al hotel. En él pudimos descansar lo suficiente para tener las pilas totalmente recargadas.
Ana Gasent.
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