10/5/15

Día 3. Todavía en Nueva York

Al día siguiente, mis padres y yo nos despertamos un poco más temprano ya que en cierto modo ya nos habíamos acostumbrado al horario de Nueva York y el jet lag había desaparecido. Aunque nos faltaban horas de sueño, decidimos levantarnos a las 8:30h, ya que a las 9:30h se acababa el tiempo para los desayunos en el hotel y, como ya lo habíamos pagado, no queríamos desperdiciar un día más. Así que nos arreglamos a toda prisa y bajamos al comedor. En este, pudimos comprobar que había comida de todo tipo. Desde tostadas y bollos hasta huevos, bacon, alubias, patatas fritas y muchos más platos que nosotros, los españoles, tomaríamos más a la hora de la comida que a la hora del desayuno.
Para coger fuerzas y como no sabíamos a qué hora íbamos a comer, mi padre y yo nos decantamos por algo de fiambre y huevos revueltos y, para acompañar, un zumo de naranja para cada uno. Mamá, prefirió tomar café y bollos.
Una vez terminamos de desayunar, decidimos coger un taxi en dirección a la Quinta Avenida, pero esta vez para ver algo más concreto, el Empire State Building. Tardamos alrededor de 25 minutos en llegar, porque había bastante tráfico y, cuando llegamos, quedamos impresionados por la de gente que había caminando de un lado para otro en el centro de la ciudad.
Finalmente, y tras ciertas indicaciones, conseguimos dar con aquel milagro de la ingeniería. No nos costó mucho encontrarlo porque era enorme y destacaba del resto de los demás edificios por su altitud y su belleza. Nosotros, que no estábamos acostumbrados a ver edificios de semejante altura, decidimos antes de entrar, pararnos a contemplarlo desde fuera y mediante diferentes perspectivas. Nos acercamos, nos alejamos, intentamos dar la vuelta a la calle... En fin, estábamos impresionados. Finalmente, entramos y nos unimos a un grupo turistas y, guiados por una persona que trabajaba allí, fuimos subiendo y parándonos en las plantas a las que podíamos acceder. En ellas, pudimos comprobar la de gente que había trabajando en dicho lugar y lo estresados que parecían. Pensamos que debería ser un lugar muy importante porque las personas que estaban allí parecían muy cualificadas y realizaban trabajos muy diversos.
Durante la visita, el anfitrión nos contó que el Empire State Building era el edificio más alto de todo Nueva York y lo seguiría siendo hasta la finalización de la futura Torre de la Libertad. También nos contó que este tenía 102 plantas y una altura de 443 metros.
Conforme nos iba contando esto, y con las expresiones de las caras de los demás visitantes, nos dimos cuenta de que no encontraríamos un edificio tan alto y tan maravilloso en mucho tiempo.
Después de subir y visitar algunas de las plantas que se nos permitió, llegamos a la planta número 86 que se caracterizaba por ser uno de los dos miradores del edificio. El anfitrión nos contó que había otro en la planta número 102 pero, como mi padre en ciertas ocasiones sufría de vértigo y ya le había costado bastante asimilar que nos encontrábamos a semejante altura con respecto al suelo, decidimos esperarnos y hacer cola para acceder a dicho mirador, que se encontraba en una altura más baja.
Tras una hora de cola, finalmente pudimos comprobar por nosotros mismos la bonita imagen de La gran manzana desde un punto de vista totalmente diferente. Las vistas eran muchísimo mejores a las de aquel castillo situado en Central Park. En ellas, se podían comprobar los impresionantes edificios que dotaban de grandeza a la ciudad, las diferentes tiendas alrededor de estos, y el bullicio de gente alrededor de dicho centro que, por cierto, nada tenían que ver con Madrid en hora punta; sino que había más, muchísima más gente de la que nos esperaríamos jamás.
Tras estar un buen rato admirando las vistas y, tomando fotos desde diferentes perspectivas, nosotros y los turistas salimos de aquel lugar. El anfitrión, nos contó que si queríamos podíamos terminar la visita en el NYskyride, que se encontraba dentro del edificio y era una especie de simulador que recorría Nueva York a vista de pájaro pero nos negamos. En Internet, ya habíamos leído algunos comentarios sobre este y, la verdad, no eran muy buenos que digamos. En ellos se decía que el coste de dicho simulador era desorbitado y la experiencia no era muy buena en comparación al precio.
Finalmente, salimos del edificio y, muertos de hambre, decidimos pararnos a comer en un restaurante de comida rápida cercano al edificio llamado Wendy's. En él, nos sirvieron tres perritos calientes para chuparse los dedos y, tras tomarnos el café y reposar la comida, decidimos irnos a descansar un par de horas al hotel. Estábamos muy cansados porque habíamos madrugado mucho y, si queríamos acabar como era debido la última tarde y noche que nos quedaba en Nueva York, debíamos reponer fuerzas; y así lo hicimos.



Esta es una de las fotos que tomamos del Empire State Building. ¡IMPRESIONANTE!


Ana Gasent.

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