30/5/15

Día 7 (parte II). Nuestro primer día en San Francisco

Llegamos a San Francisco y directamente buscamos nuestro hotel, el cual está lado del barrio chino. El hotel se llama Hotel Asturia. Como estábamos alojados en el barrio chino, el recepcionista era de esa nacionalidad y por esta razón, nos costó un poco entenderlo. Aunque nuestro hotel era muy sencillo y barato, cuando llegamos a la habitación, la encontramos muy limpia.

Teníamos mucha hambre después del largo viaje, por lo que rápidamente nos fuimos a comer algo a un bar cerca del hotel. Pedimos todos una hamburguesa enorme, aunque mi madre fue incapaz de acabársela.
Luego, anduvimos a pie hasta Lombard Street, que es una calle muy pronunciada, llena flores muy coloridas. Cuando llegamos a la parte alta de la calle fuimos bajándola mientras contemplábamos las impresionantes vistas sobre la ciudad con el mar a lo lejos en segundo plano. Así que, sacamos algunas fotos para tenerlas de recuerdo y más tarde, bajamos hasta el final de la calle.



Más tarde, caminamos 30 minutos hasta llegar al puerto para alquilar unas bicicletas. Queríamos atravesar el puente del Golden Bridge. Así que pedaleamos desde el puerto con las bicicletas durante 20 minutos hasta que llegamos al inicio del puente. Una vez allí, sacamos varias fotos de este, unas con vistas del propio y otras junto con la ciudad de San Francisco.
Después de realizar las fotos decidimos atravesarlo. La travesía era bastante dura, ya que se tardaba aproximadamente 30 minutos en cruzarlo con la bicicleta, además de tener que saltar a toda la gente que allí se encontraba, tanto a pie, como en bici.



Una vez cruzamos al otro lado del puente, pudimos divisar justo en frente, la ciudad de San Francisco. Las vistas eran tan bonitas que decidimos sacar fotos a todo lo que pudimos mientras disfrutábamos del hermoso paisaje. No solo se veía San Francisco, sino que también se podía admirar Alcatraz. El calor no nos acompañaba en ese momento, pero habíamos hecho tanto esfuerzo, que para calmar nuestra sed y llenar nuestro estómago, que mis padres y yo nos compramos un riquísimo helado. Era maravilloso ver esta ciudad mientras disfrutábamos de la dulzura de este tentempié.



Una vez nos terminamos el helado, decidimos volver a San Francisco, pero esta vez cruzando por el otro lado del puente, donde se veían unas vistas muy diferentes en comparación con la ida. Parecía que estuviéramos en otro lugar totalmente distinto, con mucha naturaleza y las vistas al mar. Nos quedamos bastante asombrados los tres.

Después de apreciar aquellas vistas volvimos otra vez al puerto para poder dejar allí las bicis y así pasar a nuestro siguiente destino, el jardín botánico de San Francisco. El único problema era que se encontraba bastante lejos y tuvimos que andar 1 hora aproximadamente para poder llegar. De todas formas, valió mucho la pena, el jardín estaba genial, lleno de muchas variedades de flores y de árboles. ¿Cómo podía haber tanta naturaleza en una ciudad con 800.000 habitantes?

Ya que habíamos andando tanto, decidimos aprovechar nuestras fuerzas para poder visitar, aunque cansados, el Japanese Garden. La naturaleza de este jardín parecía totalmente pertenecer a la cultura oriental. Allí pudimos apreciar el silencio, la limpieza del aire y del lugar, pero sobre todo, pudimos probar un té japonés muy bueno mientras admirábamos aquel paisaje tan distinto. 



Después de media hora de descanso y relax, decidimos regresar al hotel cruzando el centro de la ciudad en autobús, porque ya estábamos demasiado cansados como  para caminar...



Por fin bajamos del autobús y llegamos al hotel con muchas ganas de ducharnos y de cambiarnos de ropa. El agua caliente siempre quita todos los males.
Salimos del hotel un poco más arreglados y descansados para ir a cenar a un restaurante que mi padre encontró en la guía turística. Este se llamaba The Bimini Twist. Allí pudimos cenar comida americana con bastantes especialidades de pescado. Fue una buena experiencia y a nuestro estómago le sentó fenomenal después de tanto ejercicio.  
En cuanto acabamos de cenar, decidimos volvernos al hotel porque nuestro cansancio no nos permitía más esfuerzos. Una vez allí, pudimos revisar todas las fotos que habíamos hecho durante el día, y cuando nuestros ojos no aguantaban más, decidimos ir a dormir para así aprovechar nuestro próximo día de aventuras.



 Ana Docavo.

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